La cacería de la vivienda turística y sus propietarios, la penúltima victoria de las oligarquías

Hace pocos días nos informaba el excelente periodista Juan Velasco de la pinza que nuestro frecuentemente asténico Ayuntamiento había diseñado para acabar con el crecimiento de la vivienda de uso turístico (VUT): por un lado la moratoria en la concesión de nuevas licencias para los distritos centro y sector sur, y por otra la prohibición para todo el territorio de viviendas turísticas que compartieran acceso con otras viviendas, de modo que solo las que tienen acceso directo desde la calle podrán intentar obtener la licencia. La nueva regulación del Gobierno Central obliga además a aportar la aprobación por parte de la Comunidad de Vecinos para inscribir nuevas viviendas de uso turístico Otros medios locales informaban que en el último año se habían clausurado 437 viviendas turísticas ilegales en la provincia, la Junta informaba que “las denuncias y comunicaciones recibidas a través del buzón de colaboración ciudadana en materia de lucha contra la clandestinidad están derivando en la apertura de los correspondientes procedimientos sancionadores”. Delación se solía llamar. Al portavoz socialista Antonio Hurtado le parece que se han quedado cortos, que deberían prohibir las VUT en toda la ciudad. Yo, la verdad, no recuerdo nada igual, una eficacia en la persecución y una saña institucional igual. Pero ¿qué son las viviendas de uso turístico? Para comenzar, diferenciémoslo del apartamento turístico, un establecimiento hotelero con el régimen correspondiente, mientras que las VUT son viviendas que se alquilan para uso turístico de forma más o menos esporádica sin que el propietario tenga que actuar como empresario en términos legales y fiscales, simplemente está obligado a inscribir la vivienda y a declarar los ingresos que obtiene por su alquiler, abonando los impuestos que le correspondan. Esta última modalidad es la que está siendo perseguida, mientras que la primera encuentra alfombra roja por parte de la Gerencia de Urbanismo para crecer en nuestro casco histórico quitando el uso residencial en viviendas de particular valor sin limitación alguna.
La era digital y la economía peer to peer
Vamos a hacer un pequeño viaje en el tiempo para entender qué es lo que está pasando, porque las dos fórmulas citadas responden a lógicas distintas, y bueno es saber en qué sentido remamos. Hace ya unas cuantas décadas el desarrollo de la tecnología digital permitió que la gente se conectara y pudiera intercambiar servicios sin la imprescindible hasta entonces mediación de corporaciones. Lo primero que suponía el desarrollo de la red es que volvía prescindibles las tareas de coordinación y gestión de la información que hacían las corporaciones, ya que oferentes y demandantes podían contactar con facilidad e intercambiarse servicios. Nació lo que se llamaba economía peer to peer. Su objetivo principal es compartir información de cualquier naturaleza sin la necesidad de tener que pasar por un servidor, un puerto central o de control. Es decir, que todos pueden compartir la información de igual a igual y de forma directa sin la participación de un tercero. En su momento hubo formulaciones que cuestionaban la pervivencia del concepto de propiedad y el capitalismo fundado en él desde el movimiento hacker (nada que ver con lo que hoy entendemos por el término hacker). En la red, como no podía ser de otra manera, pueden encontrar el brillante trabajo escrito en 2001 La ética del hacker y el espíritu de la era de la información, un libro escrito por el finés Pekka Himanenel, con prólogo de Linus Torvalds y epílogo de Manuel Castells en la cual se plasma el ambicioso cambio de era que permitían las nuevas condiciones tecnológicas.
Las cosas no fueron finalmente como pensaron o quisieron Himanen, Torvalds y Castells, pero tampoco volvieron a ser como eran antes de esta irrupción de lo digital. No se produjo ese desmantelamiento de las estructuras mediadoras (las corporaciones), pero sí hubo un enorme aumento de la accesibilidad (La era del acceso, llamó Jeremy Rifkin a uno de sus libros). Nos parece normal ahora leer noticias, oir canciones, ver videos, consultar mapas, directorios, ver películas, leer periódicos, hacer videollamadas, o ver conferencias simplemente accediendo a internet. Aún siendo esto así no se produjo esa distribución generalizada del poder que posibilitaba la red, sino que las grandes empresas han conseguido imponer su capacidad de intermediación en los distintos ámbitos de actividad, ahí está Facebook, Twitter, Blablacar, Airbnb, WhatsApp, Just Eat y tantos otros. Algunos ejemplos de la economía colaborativa han conseguido sobrevivir como Wikipedia, Mozilla o Wikiloc, pero lo cierto es que se ha impuesto un uso mercantilizado de la red en manos de oligopolios, que aún así permite una gran accesibilidad a contenidos y servicios de forma gratuita (o por la venta de información sobre nuestros comportamientos a través de los cookies y de Dios sabe qué) o a precios bajos ( como algunas plataformas televisivas). Es importante destacar esto porque, en el caso de las VUT, las plataformas se llevan una parte muy pequeña del beneficio, que en su mayor parte queda en los propietarios de las viviendas, aunque al actuar como oligopolios en mercados globales sus beneficios sean astronómicos. Todo este proceso ha provocado una dinámica dual, por un lado un grado fuerte de concentración (estos oligopolios han expulsado a muchas pequeñas y medianas empresas más vinculadas al territorio que hacían estas tareas de intermediación); y por otro cierto empoderamiento o al menos aumento de las opciones y la accesibilidad para los ciudadanos, incluso de las posibilidades de mercantilizar recursos que hasta ahora no podían poner en el mercado.

Ahora volvamos a la vivienda turística. Antes de la eclosión digital existía el alquiler de viviendas de temporada que funcionaban con el boca a boca o a través de agencias comercializadoras, nada que ver con lo que permitió el desarrollo de la red. Todas las personas que disponen de una vivienda son potencialmente oferentes de alojamiento turístico, y suelen ser también demandantes cuando viajan, es lo que se dio en llamar “prosumerismo”. Ocurre también con la energía (con placas solares cualquier ciudadano es productor y consumidor de energía), con contenidos intelectuales (vertemos y consumimos contenidos en las redes), o con la movilidad (podemos viajar en coches de terceros u ofrecer plazas de nuestro vehículo a terceros en nuestros viajes). España, que por particulares circunstancias se había consolidado como un modelo económico basado en la vivienda en propiedad por parte de las familias, y que además es una de las grandes potencias turísticas del mundo, es lógico que haya protagonizado un enorme aumento de las VUT. Según el informe que esgrime la Gerencia Municipal de Urbanismo del Ayuntamiento de Córdoba, la vivienda turística ya supone el 60% de las camas de la provincia, frente a un 40% de establecimientos hoteleros.
El carácter social de las VUT
¿Qué aporta en general la vivienda turística?. Una cuestión fundamental, dado el modelo de propiedad de nuestro país, es que distribuye en los entornos locales los beneficios de la actividad turística, son en buena parte las familias del entorno las que reciben las rentas por las pernoctaciones de los visitantes. Paliaría fuertemente uno de los grandes problemas de la actividad turística, que tiene altos costes para la población nativa que solo tiene acceso a puestos de trabajos precarios, mientras que los rendimientos se van lejos, a los propietarios de hoteles y cadenas de restauración. Aporta también una gran flexibilidad, un mismo inmueble puede pasar de uso residencial tradicional o por temporadas a uso turístico según las circunstancias económicas o de otro tipo, incluso dentro de una misma temporada.
Desde el punto de los usuarios son muchas las ventajas también. La principal es que son más baratas que las camas hoteleras, lo que permite la actividad turística para familias de ingresos más bajos. Se adaptan mejor a las circunstancias de viajes de pequeños grupos (familias, grupos de amigos) al disponer de espacios comunes y cocina que evitan la obligatoriedad de consumir en establecimientos de restauración constantemente. Por tanto las VUT tienen un marcado carácter social ya que benefician potencialmente a la mayor parte de la población como oferentes, y a los que tienen rentas más bajas del lado de la demanda.
Necesaria limitación de las VUT
También este desarrollo se ha producido con efectos negativos cuyo abordaje es necesario. En determinadas zonas, sobre todo los cascos históricos de ciudades turísticas, que ya sufrían un fuerte proceso de terciarización y pérdida de residentes, ha intensificado este fenómeno. También ha podido contribuir en determinados lugares (no hay nunca que olvidar que la vivienda es un bien vinculado a un territorio y suele ser un error generalizar) a la subida de precios de la viviendas en alquiler para uso residencial, al haber retirado parte del parque de viviendas de este uso. En cuanto a lo primero parece lógico que haya que establecer límites a la implantación de viviendas de uso turístico allí donde se de una pérdida de residentes hasta el punto de poner en peligro la calidad urbana de esas zonas. Por la misma razón habría que limitar otros usos hoteleros ( apartamentos turístico u hoteles) u otros usos comerciales que estén sustituyendo el uso residencial. Por tanto bienvenidas las medidas de apoyo a la vuelta de residentes a zonas históricas, entre ellas la limitación o incluso prohibición de nuevas viviendas turísticas en dichas zonas. Esta limitación además dirigirá las nuevas implantaciones a zonas sin ese problema, lo que tendría beneficios a estas barriadas. En el informe encargado por la GMU del Ayuntamiento de Córdoba se estableció que quedaría prohibida la implantación de nuevas VUT en aquellas zonas en la que dichas viviendas supusieran más del 5% del parque de viviendas, un porcentaje que no parece que pueda afectar a la vida comunitaria ni a los precios de la vivienda. Otra cosa es la evidentemente discriminatoria y arbitraria medida de prohibir también las VUT en todo el sector sur, el distrito con menos viviendas turísticas, en un ejemplo más del sadismo con el que las élites locales se suelen ensañar con esa zona de la ciudad.
En cuanto a la afectación al precio de la vivienda en alquiler residencial, la cosa tiene una mayor complejidad. La vivienda en España en general es cara, en alquiler y en venta, aunque como decíamos antes “la cosa va por barrios”, y los análisis tienen que ser específicos. Entiendo que si las VUT se desvían a barrios en cifras no superiores al 5% o similar del parque como referíamos antes y se aumenta adecuadamente la oferta de vivienda bien mediante la construcción de nuevas viviendas, bien consiguiendo que las viviendas vacías dejen de serlo con políticas fiscales u otras, el impacto sobre el precio de la vivienda en su conjunto sería casi irrelevante. Sin descartar tampoco el topar los precios, particularmente del alquiler. Aunque, tal y como van las acciones de nuestros gobiernos, dudo que tengamos la ocasión de comprobarlo.
Un caso más de concentración tardocapitalista
En el fondo lo que está ocurriendo es una expresión más de los fenómenos de concentración del tardocapitalismo en el que estamos. En todos los sectores económicos los grandes grupos están penetrando en los espacios sociales y económicos y sustituyendo a pequeños empresarios y proyectos familiares. Las cadenas y franquicias acaparan cada vez más sectores comerciales como la venta de ropa, calzado, clínicas dentales, gimnasios, restauración, prácticamente todos los sectores de actividad comercial y de servicios. Como nos decía en este medio Matilde de la Hoz, presidenta de la Asociación de Viviendas y Alojamientos Turísticos de Córdoba “la vivienda turística está casi en el 100% de los casos, en manos de particulares. Mientras que los propietarios de los apartamentos turísticos son mayoritariamente del lobby hotelero y fondos de inversión”. Lo que está ocurriendo con la vivienda de uso turístico no es distinto de lo que está ocurriendo con la infinidad de negocios familiares y de pequeña empresa que se están viendo obligados a cerrar por la competencia inmisericorde de las grandes compañías. Solo tiene dos especificidades: en primer lugar que esa presencia de las VUT es muy reciente, producto de la era digital, y en segundo que no están cayendo producto de la competencia, si no que ocurre por la decisión de nuestras instituciones de perseguir y en definitiva prohibir su existencia por distintas vias. Bueno dos especificidades no, tres. La tercera es que la inspiradora, instigadora, y argumentadora de esta tarea de extinción, al menos en este país, está siendo nuestra desnortada izquierda, para alegría de los grandes sectores económicos beneficiados que no han tenido ni que mancharse la chaqueta en la tarea. En el fondo, cuando se toman medidas de este tipo, la primera pregunta para saber qué partida estamos jugando es preguntarnos a quién perjudica y a quién beneficia. La prohibición de las VUT perjudica al 82% de población que tiene vivienda en propiedad, y en particular a los aproximadamente tres millones que tienen más de un inmueble, y beneficia a los propietarios de grandes grupos hoteleros que ocuparán ese mercado mediante hoteles, apartamentos turísticos o comprando bloques enteros que les permitan eludir las restricciones legales.
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