Carmen León: “El Papa Francisco deja un proceso abierto hacia la igualdad dentro de la Iglesia”

Hija de guardia civil, esposa de policía nacional y católica de misa diaria. Con esas credenciales quién iba a pensar que aquella jovencita que se casó con apenas 19 años de edad en la Córdoba franquista terminaría construyendo una sólida biografía feminista y de izquierdas. Pero claro: hablamos de Carmen León. Una luchadora incansable, activista vecinal, comprometida hasta el tuétano con los más débiles y defensora irreductible de la igualdad de género. Aún incluso en el interior de la Iglesia católica, esa organización milenaria controlada por los hombres de arriba abajo.
Son las 11 de la mañana en la Plaza de Cañero. Solo los repartidores quiebran la calma de un barrio obrero por antonomasia. Justo por eso nuestra entrevistada lo eligió cuando aterrizó en Córdoba en 1968 para fundar una familia lo más numerosa posible. Y aquí sigue. Casi sesenta años después.
Es miércoles 7 de mayo de 2025. Y apenas quedan unas cuantas horas para que 133 cardenales se encierren en el Vaticano a elegir al nuevo pontífice. Carmen León milita en Acción Católica y la Hermandad Obrera HOAC desde los años setenta. Y forma parte de la Revuelta de Mujeres en la Iglesia, que está haciendo historia para subvertir el orden patriarcal de la vetusta institución.
PREGUNTA. Hoy comienza el cónclave vaticano. ¿El próximo Papa será mujer?
RESPUESTA. ¿Cómo va a ser mujer el próximo Papa? Eso es imposible. Luchamos porque algún día pueda serlo. Pero esto es como lo de la igualdad real. La igualdad legal la tenemos, pero para la igualdad real faltan siglos. Y para esto del Vaticano faltan más siglos todavía. Pero el camino está.
Yo miro la Biblia con mis ojos de feminista
P. ¿Qué legado feminista deja Jorge Bergoglio?
R. Yo creo que deja un proceso abierto hacia esa igualdad real dentro de la Iglesia. Deja muchísimas mujeres en responsabilidades que antes no existían. Ha convocado un sínodo donde han participado las mujeres sentadas en mesas circulares con los cardenales, que han tenido que escuchar lo que esas mujeres han dicho. Todo eso ha sido un camino.
P. El Papa Francisco ha sido su Papa.
R. Mi Papa realmente fue Juan XXIII. Yo soy una mujer del Concilio Vaticano II. Y estoy muy cercana a la Teología de la Liberación. La propuesta de Jesús es una propuesta liberadora y de todos aquellos movimientos que trabajen por liberar a los seres humanos de aquello que nos esclaviza. Por eso digo que el feminismo entronca perfectamente con el cristianismo. Jesús rompió con el modelo y el feminismo, igual que el movimiento obrero, es un movimiento de liberación.
P. El Vaticano no piensa lo mismo.
R. Habrá de todo. Ahora mismo en el Vaticano hay muchas mujeres con responsabilidades que sí piensan que el feminismo es un movimiento de liberación.

P. El Papa Francisco ha dicho lo siguiente: “El sacramento del orden sacerdotal está reservado a los hombres”. ¿Y usted qué dice?
R. Ahora mismo claro que está reservado a los hombres, ya que no se ha dado el paso de que se abra. Yo no soy teóloga, pero sí que leo y me estoy formando con teólogas feministas. Esa afirmación del Papa Francisco está fundamentada teológicamente, pero nosotras entendemos que la teología tiene que tener en cuenta el signo de los tiempos. Fue Juan Pablo II quien en una de sus encíclicas hizo esa fundamentación. El Papa Francisco ha considerado que no era el momento de dar el paso. Yo estoy en la Revuelta de Mujeres en la Iglesia y esperamos que el espíritu sople y la elección del nuevo Papa no recaiga sobre alguien que pare los procesos que Francisco ha puesto en marcha.
P. El espíritu ha soplado en dirección contraria durante 2.000 años.
R. Yo no lo diría así. No creo que haya soplado en dirección contraria.
P. Ha permitido un Vaticano de hombres controlado por hombres.
R. La Iglesia forma parte de la sociedad y las personas que estamos en la Iglesia vivimos en cada momento histórico. Es verdad que la Iglesia ha ido siempre por detrás de los avances. Y así seguimos. Es una institución que tiene que cuidar muchas cosas y supongo que por eso es tan lenta en los cambios. Pero el espíritu no sopla solo desde arriba. Al revés. Ahora mismo sí que hay en la Iglesia movimientos en los que está soplando el espíritu abriendo grietas.
Espero que el nuevo Papa no pare los procesos que Francisco ha puesto en marcha
P. También dijo el Papa Francisco lo siguiente: “Todo feminismo termina siendo un machismo con falda”.
R. Yo eso no lo comparto ni muchísimo menos. Obviamente. No sé en qué momento lo diría. Todas las propuestas que él ha hecho de dar responsabilidades a la mujer parten del convencimiento de que hombres y mujeres tenemos la misma dignidad. Eso es lo que dice el Evangelio y la Doctrina Social de la Iglesia. Pero claro: cómo se llega a tener esa misma dignidad en todos los ámbitos es en lo que no estamos de acuerdo con lo que dice el Papa.
P. ¿Qué hace una feminista como usted en un patriarcado como la Iglesia católica?
R. Tratar de vivir mi fe. Yo recibí la fe a través de la Iglesia. Todo lo que he descubierto y he madurado como persona, como feminista y como ser humano se lo debo a la comunidad eclesial en la que he estado. Primero en Acción Católica y luego en la HOAC. Y somos profundamente eclesiales. O sea: yo amo a la Iglesia. A mí, la Iglesia me duele. Lo que he recibido y lo que ha alimentado mi vida y mi fe es la Iglesia.
P. ¿Qué es para usted la Iglesia?
R. Es el grupo de los que intentamos seguir a Jesús. El que de verdad mueve mi vida es Jesús de Nazaret.

P. ¿Dios creó a la mujer de la costilla del hombre?
R. Yo creo que eso es una forma literaria de la Biblia.
P. ¿Y qué significa esa forma literaria?
R. Yo pienso que lo que significa es que somos iguales.
P. ¿Eso significa?
R. Claro. En el sentido de que somos hechos de la misma tierra.
Nunca he creído que los hombres por ser de izquierdas no fueran machistas
P. A mí me suena a subyugación. Cuando una mujer sale del hombre es que el hombre está antes y la mujer después.
R. Visto así, claro que sí. Pero si lees la Biblia con ojos desde el feminismo puedes interpretarlo también de otra manera. Es una forma de contar que somos del mismo barro. Que somos un ser único.
P. Usted no ve en esa metáfora un sesgo machista.
R. Claro que hay un sesgo machista, pero fíjese cuándo está escrita. En aquel momento ese era el modelo. Pero yo ahora lo miro con los ojos del siglo XXI y con mis ojos de feminista. Y digo: “Vale, pero a mí esto no me genera ningún problema”. Lo que están haciendo las teólogas feministas es mirar la Biblia con las gafas violetas.
P. Como el color de su camisa.
R. Como mi camisa. Y nos damos cuenta de que las interpretaciones tienen que ver con la época en que se han escrito.

P. Usted forma parte de la Revuelta de Mujeres en la Iglesia y pedís ser tratadas como iguales. ¿Clamáis en el desierto?
R. Es que si nosotras callamos van a hablar las piedras. Entonces hablamos.
P. ¿Y os escuchan?
R. Sí. Yo pienso que cada vez son más las personas que se van incorporando. Tenemos mucha gente en frente. No solamente los clérigos. Hay muchas mujeres de la propia Iglesia que no ven que nuestra lucha tenga sentido. Pero nosotras sí que vemos que lo tiene. Y estamos ahí con esperanza intentando empujar la historia. Y tiene que ser desde abajo. Desde arriba no cambia nada. Eso ya lo hemos aprendido de la lucha política. Y la lucha por la igualdad es una lucha política.
P. Ni aborto, ni eutanasia, ni divorcio, ni matrimonio igualitario, ni diversidad sexual. ¿Todo sigue igual 2.000 años después?
R. En las normas escritas seguramente que todo sigue igual. No estoy muy preparada teológicamente. Pero lo que sí veo es que está habiendo sensibilidades diferentes dentro de la Iglesia. ¿Hace cuánto que las mujeres nos hemos organizado históricamente? El patriarcado ha atravesado toda la historia de la humanidad desde que el mundo es mundo. Ha servido para afianzar los distintos regímenes políticos. El orden establecido ha utilizado el patriarcado. Todos los sistemas han utilizado al patriarcado. Y en dos siglos hemos conseguido muchísimos avances. Está pasando igual en la Iglesia. La Iglesia ha estado formada por hombres y mujeres de su tiempo. No podemos mirar la actuación de la Iglesia con la conciencia que hoy tiene la humanidad. No podemos mirar atrás y decir: “¿Cómo consintieron esto?”. Era un momento histórico y ahora estamos en otro.
Hoy en el Vaticano hay mujeres que piensan que el feminismo es un movimiento de liberación
P. ¿Jesucristo reconocería hoy la Iglesia que lleva su nombre?
R. Yo te diría que Jesucristo está en la Iglesia. La Iglesia es muy amplia, muy plural y hay muchos sectores que tratamos de vivir evangélicamente. Hay cosas que no reconocería, desde luego. Y diría: “De aquí me voy pitando”.
P. Usted se reconoce como cristiana, feminista y de izquierdas.
R. Sí, señor. Una bomba de relojería.
P. ¿Y por ese orden?
R. Por ese orden. Lo primero es mi fe. En mi vida, en mis decisiones, en mi forma. Y me equivoco muchas veces. Y tengo muchas incoherencias tanto como cristiana, como feminista y como mujer de izquierdas. Porque no es tan fácil.

La entrevista tiene lugar en el patio de su casa de Cañero, adonde amablemente nos ha invitado a pasar. Un patio pequeño, con una mesa en el centro y unas escaleras que suben a una terraza superior. El silencio gobierna la vivienda de Carmen León. Y el color violeta gobierna su vida. De hecho, se presenta a la entrevista con camisa violeta, pendientes violetas y los labios de color violeta. Sobre el cuello, una cadena dorada con un crucifijo. Feminismo y fe se dan la mano en esta mujer amable y comprometida. Pero volvamos al principio de todo. A Zuheros, 1946, donde nació de forma accidental.
P. Su padre era guardia civil.
R. Sí. Estaba destinado en Zuheros cuando conoció a mi madre. En la Guardia Civil cuando se casaban con alguien del mismo pueblo tenían que irse. Era una normativa para no arraigar en el pueblo y no tener un conflicto de intereses. Se fueron a Benamejí.
P. Su madre es de Zuheros.
R. Mi madre es de Zuheros. Y mi padre es de la provincia de Sevilla. Yo en Zuheros apenas viví. Mi primera conciencia es de Benamejí. Y me acuerdo de poco. La primera comunión la hice en Espejo. Mis recuerdos primeros son de allí.
P. ¿Y cómo son esos recuerdos?
R. Vivíamos en el cuartel. Yo iba a un colegio de monjas. Teníamos enfrente una escuela pública, pero no sé por qué las hijas de los guardias íbamos todas al colegio de las Hijas del Patrocinio de María. Luego me he enterado de que era una orden religiosa que tenía acogidas a muchas niñas de los perdedores de la guerra. Las tenían allí internas para criarlas.
En la parroquia de Cañero se reunieron las primeras Comisiones Obreras
P. Y para reconducirlas.
R. Las dos cosas. Por un lado, criarlas y alimentarlas y, por otro lado, supongo que también para reconducirlas.
P. ¿Cómo se vive en un cuartel?
R. Se aprende a vivir comunitariamente. El de Espejo era un cuartel nuevo. Pabellones en vez de pisos. Tenían todas las comodidades, pero no había agua corriente. Luego la pusieron. Había muchas cosas que hacíamos juntos. Las matanzas, por ejemplo. Recuerdo en mi casa un lebrillo con tomate. Hacían conservas de tomate y se ayudaban unas mujeres a otras. Los niños y las niñas jugábamos juntos en el cuartel. Estábamos ocho familias. Y allí estuve hasta que me casé con 19 años.
P. Muy jovencita. Lo frecuente en aquella época.
R. Sí. Yo me llevaba casi nueve años con mi esposo. Él ya se había situado y estaba deseando casarse. Era de la familia de mi padre. Por eso coincidimos en los apellidos.

P. Era primo suyo.
R. Yo no lo conocía. Tenía ya 15 años y se enamoró de mí. Después me enamoré de él también.
P. Se casó y se fueron a La Línea donde estaba destinado su marido.
R. Sí. Nos casamos en el 65 y nos vinimos a Córdoba en mayo del 68. Tres años después.
P. Y estudió Magisterio.
R. Sí. Mi historia no se parece nada a la historia que puedan tener las feministas. Yo estudié Magisterio porque era la única carrera posible de estudiar por libre. Estudié en una academia de Espejo.
Aquí los comunistas y los cristianos hemos trabajado codo con codo
P. En aquella época era poco frecuente que una mujer estudiara una carrera.
R. Claro, pero mi madre se empeñó en que yo estudiara. Mi padre decía: “¿Para qué va a estudiar la niña?”. Y mi madre lo convenció.
P. Su madre era feminista.
R. Mi madre era una mujer sensata. Una mujer con una vida difícil, como casi todas las mujeres de aquella época. Yo el concepto de feminismo lo aprendí ya con cuarenta y tantos años. Mi madre era una mujer consciente de la importancia de que las mujeres tuviéramos una independencia económica. Eso también es feminismo.
P. Tenía un feminismo intuitivo.
R. Intuitivo. Cuando yo empecé esa trayectoria de la dimensión política de la fe y me implique en Izquierda Unida, mi madre me dijo que no le gustaba que me metiera en política.
P. Usted se casa, pero ya tiene en mente que no va a trabajar.
R. Mi marido estuvo esperando prácticamente a que terminara la carrera. Me quedaba una asignatura. Y no hice las oposiciones porque ya estaba claro que iba a casarme y no iba a ejercer.

P. Y tuvo hijos pronto.
R. Al año. Nos casamos el 12 de octubre, día de la patrona de la Guardia Civil, y el 16 de octubre del año siguiente nació mi mayor. O sea, un año. En seis años nacieron los cuatro. Nuestra idea era una familia más numerosa, pero la pequeña nació con una deficiencia y eso nos frenó. Al principio no teníamos diagnóstico y no sabíamos qué pasaba.
P. Era un enfermedad rara.
R. No. Era una encefalopatía de origen vírico. Se descubrió bastante después. Estuvo en la cama desde que nació hasta que murió con 26 años.
P. ¿Dónde arranca su fe cristiana?
R. Yo me he criado en el nacionalcatolicismo. No se olvide. En Espejo estaba en las Hijas de María y después en las jóvenes de Acción Católica. Era una fe tradicional. Lo que pasa es que tanto mi esposo como yo hemos tratado siempre de vivir la fe con honestidad.
P. ¿Qué es vivir la fe con honestidad?
R. Con coherencia. Si yo creo en esto, mi vida tiene que ir por ese camino. Con el tiempo he descubierto otras cosas y he ido madurando en la fe y en la vida. Entonces había muchas cosas que considerábamos pecado.
El patriarcado nos ha machadado, pero a vosotros también
P. El pecado dominaba la vida de los creyentes.
R. Así es. Hasta que me encontré con la Acción Católica y luego con la HOAC, que ponían en el centro la dimensión social y política de la fe. Yo entendía que era buena cristiana si vivía los valores del Evangelio y de Jesús. Los valores de la solidaridad, de ayudar, de compartir, y con lo que la iglesia nos pide de la celebración de los sacramentos. Luego descubrí esa otra dimensión, que desgraciadamente está muy poco valorada y practicada en nuestra Iglesia. La dimensión de que, además de ser buena persona y educar a mi familia en los valores del Evangelio, tenía que trabajar porque la sociedad se pareciera a esa propuesta de Jesús de una sociedad fraterna.
P. Usted es cristiana de base.
R. Claro. Pero también me considero católica. Muchas veces me dicen: “No, pero tú no eres de la Iglesia. O eres de otra Iglesia”. No, perdona. Iglesia no hay nada más que una. Lo que pasa es que la Iglesia tiene muchas habitaciones.
P. ¿Cómo fue aquel encuentro con Acción Católica?
R. Yo me vine a vivir aquí en el año 68. Todavía no había nacido mi chica y aquí ya nace mi José Manuel. Hasta finales de los 70 estuve criando. Llegó un punto en que ya habíamos organizado la familia y yo necesitaba algo más. Y justamente en ese momento, sobre el año 76 o 77, don Bartolomé, el párroco, que era un hombre muy abierto, nos invitó a mí y a otra mujer recién casada a un encuentro con las mujeres de Acción Católica.

P. ¿Qué era Acción Católica exactamente?
R. Acción Católica fue una de las impulsoras del Concilio Vaticano II y la dimensión social de la fe. Eso significa que todas las personas debemos tener lo indispensable para vivir. Y no solamente eliminar la pobreza económica, sino también la pobreza cultural y la pobreza moral. Acción Católica ha tenido siempre muy claro que nuestro compromiso tiene que ser en el mundo. Elegimos a nuestros propios responsables, nos autofinanciamos y no dependemos de nada. Los movimientos de Acción Católica tenemos un compromiso social transformador.
P. Y han sido un semillero de rojos.
R. Sí. En la época de la dictadura de aquí salieron muchas personas que luego formaron los partidos políticos de izquierda.
P. Y usted toma conciencia política por primera vez en su vida.
R. Yo tengo un hermano que es diez años más chico que yo y se fue a estudiar Psicología a Barcelona. Era la época de Allende y estaba metido en toda la historia de la Universidad. Venía con propaganda y me decía: “Hermana, vivimos en una dictadura”. Y luego, cuando entro en Acción católica, ya sí descubro en qué sociedad vivía. Fue un descubrimiento tremendo.
P. ¿Por qué?
R. Cuando el cura nos invitó a las mujeres de Acción Católica, yo vi un montaje con diapositivas que representaba a la sociedad como una isla. Los que estaban dentro vivían bien y eran una minoría pudiente. Y la mayoría pobre estaba fuera. Descubrí que yo no era ni de los de dentro ni de los de fuera.
P. Y en ese proceso de concienciación política arrastra a su marido.
R. Lo descubrimos los dos juntos. Y descubrimos todo lo relacionado con la sexualidad y esas cosas que antes estaban vedadas. Mi esposo tuvo muchos problemas en la Comisaría por su forma de pensar.
Tenemos a mucha gente enfrente. Y no solamente a los clérigos
P. ¿Qué acciones católicas se desarrollaban dentro de ese grupo?
R. Hicimos, por ejemplo, una encuesta por el barrio contactando con las personas que estaban en paro y creando conciencia. Nos implicamos en la asociación vecinal que estaba ya funcionando.
P. Ahí ya estaba Pepe Villegas.
R. Estaban los Villegas. Y los Carmona. En esa asociación se han dado clases de marxismo y se ha formado a gente. Y en esta parroquia se han encerrado las primeras Comisiones Obreras. Aquí tenían las reuniones. Cuando llegué a este barrio, mi vida cambió. Muchos compañeros policías de mi marido buscaron piso alrededor de la Comisaría. Pero yo quería criar a una familia numerosa y quería venirme a Cañero. Y cuando llego me encuentro con una parroquia implicada en el barrio, luchando para que desaparecieran los chozos y pidiendo guarderías para que las madres pudieran ir a trabajar. Una implicación en el barrio tremenda.
P. Vio el cristianismo desde otra óptica.
R. Desde otra óptica totalmente distinta.

P. ¿Y cuándo llegó el feminismo?
R. Las mujeres de Acción Católica hicieron dos instituciones muy importantes para este país. Una fue Manos Unidas. Y otra fue los Centros de Promoción de la Mujer, donde las mujeres acudían a formarse para ser buenas madres. A los años me eligen presidenta de Acción Católica y me recorro todos los Centros de Promoción de la Mujer de Córdoba. Y ahí empiezo a descubrir la situación de las mujeres en los barrios. Muchas eran analfabetas y tenían ganas de aprender. A veces, tenían que engañar a los maridos para poder ir a los centros y muchas sufrían maltrato. A través de la asociación vecinal conocí a todo el movimiento de personas comunistas. Aquí los comunistas y los cristianos hemos estado trabajando codo con codo desde el principio.
P. ¿Y cómo se llevaban los ateos y anticlericales del Partido Comunista con los cristianos como usted?
R. Hemos tenido siempre un respeto enorme. Hemos sabido cada cual dónde estaba y hemos visto clarísimamente que había que trabajar por el bien común y por el barrio. Yo he trabajado con Antonio Palma y con Fernando Varo. Con Villegas no, porque cuando llegó la democracia muchos pasaron al Ayuntamiento. La asociación de vecinos nació de los hombres de Acción Católica de la parroquia, que era muy comprometida. El primer presidente de esta asociación vecinal fue un hombre de la División Azul.
P. ¿De la División Azul?
R. Un mutilado de la División Azul. Y era un hombre de Acción Católica.
El primer presidente de los vecinos de Cañero era de la División Azul
P. Que se reconvirtió.
R. Era un apasionado de la justicia. Y cuando vio que los tejados de las casas empezaron a hundirse, se da cuenta de que en la Fundación de la Sagrada Familia, que el obispo puso en marcha, algunos empresarios se habían aprovechado y habían puesto maderas verdes en los tejados. Cuando se secaron, los tejados hicieron ¡pum!
P. Y se tuvieron que reconstruir.
R. Imagínese lo que eso supone. Desde la parroquia investigan y se dan cuenta de que nos tenemos que unir para hacer que la Sagrada Familia arregle todo esto. Y se crea la primera Asociación de Cabezas de Familia. Tenemos fotos de la asociación vecinal en el patio de la parroquia. Todos hombres, obviamente. Y nace en plena dictadura la primera asociación vecinal de España, que se une con la gente del Partido Comunista clandestino.
P. La parroquia y los vecinos se unen para actuar contra la Sagrada Familia, que era un patronato del Obispado.
R. Se unen para exigir a la Sagrada Familia que arregle los tejados.
P. ¿Y el Obispado no reaccionó?
R. Piense que era un hombre de la División Azul. Había una revista llamada Hoja Parroquial, que fue secuestrada por el Gobierno unas cuantas veces. Y a don Bartolomé, el cura, lo llevaron al Gobierno Civil más de una vez para aclarar cosas.

P. Usted se afilió a Izquierda Unida.
R. Sí. Cuando se fundó en el año 86.
P. Con Julio Anguita.
R. Con Julio Anguita. El Partido Comunista nos llamó a todos los movimientos sociales de la ciudad. Y, entre ellos, llama a Acción Católica, a la HOAC y a la JOC. Nos convoca para presentarnos el proyecto de IU. Y me enamoré del proyecto. Tenía muchos amigos comunistas y comulgaba con muchas cosas del Partido Comunista, pero no estaba afiliada. Era un partido político, pero también un movimiento social. Y fui coordinadora local del Área de la Mujer durante unos pocos años.
P. Estudió Magisterio, pero se dedicó a la familia. ¿Hoy hubiera hecho lo mismo?
R. No sé. Eso es casi imposible de imaginar. Yo ahora mismo no soy ni mucho menos la mujer que dejó todo para casarse con 19 años. He evolucionado. Y creo que eso es lo hermoso. Que vamos cambiando. Cuando digo que soy feminista y veo mi historia; y cuando digo que soy de izquierdas y me he criado en un cuartel de la Guardia Civil y me casé con un inspector de Policía, entonces veo que mi vida ha sido una transformación constante. Pero esa transformación ha ido de la mano de la fe.
Las mujeres somos las excluidas de los excluidos
P. ¿Qué es la fe para usted?
R. Lo que da sentido a mi vida. Saber que hay un Dios bueno que quiere que yo y todas sus criaturas seamos felices. Por lo tanto, ¿cuál es la primera cuestión? Ponerse al lado de los débiles y trabajar con ellos. Las mujeres somos las débiles de los débiles. Las excluidas de los excluidos. Las últimas de los últimos. Todo lo que afecta a las personas nos afecta. Y en temas de injusticia, nos afecta mucho más a la mujer. Para mí, el feminismo y la fe son inseparables. No se puede ser cristiana sin ser feminista.
P. Usted ha sido una cuidadora nata.
R. Nata no. Mi esposo, por ejemplo, era un cuidador nato. Cuidaba a sus amistades muchísimo. Estaba pendiente. Yo he sido una cuidadora porque la vida me ha llevado por ese camino. Tenía 25 años cuando nació mi chica, que hasta que murió con 26 tuvo una dependencia total. Ahí tuvimos que aprender toda la familia a cuidar. Luego vino mi suegra, mi padre y mi esposo. He estado cuidando siempre. Y siempre peleándome con el Señor. La última vez que me peleé con él fue cuando a Pepe, mi esposo, le dio el ictus. Yo le decía: “Ya está bien, Señor, que ahora que había levantado cabeza viene otra vez esto”. Pero siempre he encontrado en él esa ayuda y esa fuerza.
P. ¿Cuidar a los demás nos hace mejores?
R. Yo creo que humaniza. A mí me ha humanizado. Cuidar, servir, ayudar. Todo eso nos hace mejores.

P. Leo en internet: “Los hombres dedican la mitad de tiempo que las mujeres al cuidado de los hijos”.
R. Queda mucho camino por recorrer. El patriarcado, a nosotras, nos ha machacado. Pero a vosotros también. El modelo de hombre del patriarcado difícilmente os puede llevar a vivir bien. El hombre fuerte, el hombre responsable de la economía, el hombre que no llora, el hombre que no expresa sentimientos, el hombre que no cuida porque eso es cosa de mujer. Estáis…
P. … mutilados.
R. Mutilados. Cuando eres cuidadora lo primero que sientes es ternura. ¿Y habrá algo más humano, más hermoso y más satisfactorio que sentir ternura? Cuando estás criando a un bebé, si no participas te pierdes la conexión con tu hijo o con tu hija. Ternura es cuidar a una persona que tiene alguna enfermedad o está en el momento último de la vida.
P. Una de cada dos mujeres ha recibido violencia alguna vez en su vida. ¿En qué clase de país vivimos?
R. Yo diría en qué clase de mundo. Hay algún tipo de violencia que está tan normalizada que no se vive como violencia. Queda mucho camino por recorrer desgraciadamente.
P. ¿Solo sí es sí?
R. Yo creo que sí. Solo sí es sí, si tú das tu consentimiento. Mi mamá decía: “A los hombres, del puño al codo. Y no todo”. Y lo demás lo teníamos que hacer a espaldas. Nuestras madres nos han enseñado a conseguir lo que queremos, pero dando rodeos. Porque de frente molestaba a la hombría. Ahora ya es distinto.
P. ¿Qué mito se le ha caído con Errejón y Monedero?
R. Yo no he creído nunca que los hombres por ser de izquierdas no fueran machistas.
P. El feminismo ha emergido en los márgenes del pensamiento progresista.
R. El feminismo es de izquierdas. Eso está claro. Pero surge de las mujeres. No de los hombres.

P. Los hombres también han participado, aunque no con el mismo protagonismo.
R. Claro que han participado. Si tú eres un hombre de izquierdas, yo considero que si no eres feminista, al menos, no estás en contra del feminismo.
P. ¿El libro sobre Bretón es libertad de expresión?
R. No. Eso no es libertad de expresión. El libro sobre Bretón es un afán económico y de protagonismo. Pero no solo de Bretón, sino de la persona que lo ha escrito.
P. La ministra de Igualdad declaró lo siguiente: “No se puede dar voz a los asesinos”.
R. Es que no se puede dar ese tipo de voz. Las plataformas feministas de Córdoba tenemos mucha vinculación con Ruth y, sobre todo, con la abuela de los niños. Ruth es amiga mía. Estaba deshecha cuando hacen la campaña de lanzamiento y le llegan los textos del libro.
P. Usted ha hablado con ella.
R. Claro. La llamamos por si quería decir algo o hacer algún vídeo. Y me dijo: “No, Carmen, prefiero no hacer nada”.
P. Ruth vive en Huelva.
R. Sí.
P. ¿Y cómo está?
R. Ha tenido etapas. Al principio estaba hecha polvo y después se la veía algo más serena. De hecho, se implicó muchísimo en el tema de la violencia vicaria. Pero cada vez que pasa una cosa de estas es un palo que le hace volver para atrás. Y es terrible.
P. ¿Vivimos en el mejor de los mundos posibles?
R. Yo creo que el mundo puede ser mucho mejor con menos desigualdad, y no solo de género, sino a todos los niveles.
P. ¿Qué nos espera al otro lado de la muerte?
R. Yo estoy convencida de que nos espera otra forma de vivir. Y, si no fuera así, yo no cambiaría ni un ápice de la vida que he vivido desde la fe. Esa felicidad tenemos que empezar a conseguirla aquí y trabajar para que todos podamos ser felices aquí. El más allá no me preocupa. Y no le tengo miedo a la muerte.

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