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Pepa Bonilla, ecologista: “Hemos cometido el error de no saber implicar a los jóvenes”

Entrevista N&B a Pepa Bonilla, ecologista y activista

Aristóteles Moreno

31 de mayo de 2025 20:05 h

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Empezó a recoger algodón con seis años de edad. Se crió en el seno de una familia jornalera que vivía en La Chica Carlota, primero, y en el Cortijo de la Reina, después, propiedad del marqués de la Motilla. En aquella enorme explotación agraria habitaban decenas de familias que se sostenían recogiendo remolacha, algodón y maíz. En temporada alta, llegaban a trabajar más de un millar de personas. El marqués era propietario de otros noventa cortijos repartidos por toda España y titular del Castillo de Almodóvar, que durante años lo tuvo arrendado al Opus Dei.

La suya era una casa extremadamente austera. No tenía puertas ni agua corriente y el váter era un simple agujero en el suelo. “Cuando vi la película de Los santos inocentes me sentí reflejada”, asegura delante de una tónica en la Plaza de la Corredera. Un maestro instruía formación básica a los niños. La educación, no reglada, se interrumpía cuando llegaba la recogida del algodón. Con 14 años ya recibió su primera paga por un jornal. Unas cuantas pesetas, según recuerda. Y todas se las entregaba a su madre.

Pronto se rebeló su carácter inconformista. Una noche llegó un camionero a horas intempestivas para cargar 20.000 kilos de remolacha. Eran las ocho de la tarde y las mujeres llevaban en planta trabajando desde las siete de la mañana. “Yo no estaba dispuesta a cargar el camión hasta las once de la noche y convencí a cuatro de las ocho mujeres. Así que nos fuimos al cortijo sin cargar las remolachas”, relata Pepa Bonilla.

De Pepe Larios aprendí, sobre todo, su ética

PREGUNTA. Ese fue su primer acto de resistencia.

RESPUESTA. Ese fue uno de ellos. Llegamos al cortijo y nos dijo el encargado: “Estáis todas despedidas. A la calle”. Pero como el encargado me conocía desde los 4 años y me tenía cariño, me dijo que volviera a trabajar. Y yo le dije que no volvía si no regresaban todas. Entonces me dijo: “Tu padre te va a pegar”. Y yo le respondí: “Ya lo sé”. Y, en efecto, me gané una buena paliza.

P. Le pegaron por solidaria.

R. Yo no sabía todavía qué significaba ser solidaria.

Con 17 años agarró el petate y se fue a Sabadell con un tío suyo. Se buscó la vida limpiando casas, cuidando niños y vendiendo crismas de Navidad puerta por puerta. En menos de un año ya estaba de vuelta. Y con apenas 20 se instaló en Córdoba capital. Poco después se enroló en la Juventud Obrera Cristiana (JOC), uno de los semilleros antifranquistas que acabó regando de activistas gran parte de las organizaciones de izquierda clandestinas. Allí conoció a Pepe Larios.

Poco después fue detenida. Una compañera de Zafra Polo, donde trabajaba como dependienta, la invitó a sumarse a una huelga contra la subida de las tarifas del transporte urbano. Era el año 1973 y la dictadura franquista aún podía morder duro. “Me detuvieron cerca de la calle Goya, en la Huerta de la Reina. Me metieron en un coche. No un policía sino un secreta. Dentro del vehículo había un crío y yo pregunté que por qué lo habían detenido. ‘Cállate la boca’, me dijeron”.

Fue retenida durante tres días en el calabozo de la Comisaría de la calle Doctor Fleming. Pepa Bonilla era muy joven y no tenía conexiones en Córdoba, por lo que no conocía a ninguno de los detenidos. La sometieron al clásico interrogatorio de las películas de serie B. ¿Quién le había avisado de la huelga del transporte? ¿Cómo se llamaba la compañera de Zafra Polo? ¿Qué sabía del Círculo Cultural Juan XXIII? “No solté nada”, asegura delante del vaso intacto de tónica. En el trabajo tuvo que inventar una excusa para justificar los tres días de ausencia. Su hermano había enfermado en el cortijo y en la Chica Carlota, como es lógico, no había teléfono.

P. Ahí empezó su relación con Pepe Larios.

R. Hemos estado juntos toda la vida. Nos casamos el 15 de enero de 1978. Y ya militábamos en la OIC (Organización de Izquierda Comunista), que luego se unificó con la LCR (Liga Comunista Revolucionaria) en el MCA (Movimiento Comunista de Andalucía).

P. Ese fue vuestro primer compromiso después de la JOC.

R. En la OIC se defendían en aquel momento las plataformas anticapitalistas de barrio. Defendíamos, por ejemplo, que en los barrios hubiera lavanderías en común para todo el mundo. Fíjese si éramos utópicos.

En la huelga del transporte del 73 me metieron tres días en el calabozo

P. Defendíais un proyecto comunitario.

R. Incluso llegamos a compartir discos y libros y hasta el cuidado de los niños.

P. En aquellos años había muchos movimientos políticos diferentes.

R. En la OIC, que era un partido a la izquierda del PCE, hubo un tiempo en que llegamos a tener más de 100 personas militando en Córdoba. Y casi todos eran estudiantes de Medicina. No sé por qué pero era así.

P. Y os presentasteis a las elecciones.

R. Nos presentamos como Frente Unitario de los Trabajadores (FUT). Y Pepe y yo íbamos en la lista.

P. ¿Cuántos votos sacasteis en aquellas elecciones?

R. Poquísimos. Creo recordar que eran las primeras elecciones del año 1977. Estuvimos muchos años en la OIC. También estuve militando muchos años en la Asamblea de Mujeres de Córdoba, e incluso antes tuve contacto con la ADM, que era otro colectivo feminista.

P. Entonces ya tenía conciencia feminista.

R. Sí. Yo ya quería tener conciencia feminista. Y en la OIC, a nivel estatal, había gente que dio incluso el paso para definirse como lesbiana.

P. Declararse públicamente lesbiana en España era entonces una acción rupturista.

R. También practicamos algún aborto en Barcelona, cuando era ilegal, y lo hicimos público para reivindicar el derecho a la libre interrupción del embarazo.

Llegamos a defender lavanderías comunitarias de barrio. Fíjese si éramos utópicos

P. Usted siempre ha militado en un partido político o en algún colectivo ciudadano.

R. Desde que vine a Córdoba sí. Luego en 1991 mi hijo cayó enfermo y estuve tres años entre Sevilla y Madrid para curarlo del cáncer. Pero no hubo forma. Era un sarcoma muy duro. Murió con 14 años en el 93. Ese tiempo yo no podía militar. Volví muy fuerte aparentemente. Pero me vino la depresión casi cuatro años después.

P. ¿Cuándo llegó el ecologismo a vuestro compromiso personal y político?

R. Yo creo que fue en el año 1990. Pepe fue concejal en 1999, pero ya antes nosotros estábamos militando en Los Verdes. Recuerdo que montamos un ecoforo en la sacristía de Bodegas Campos. Lo mantuvimos abierto un tiempo pero lo tuvimos que cerrar.

P. Pepe Larios estaba ya metido en la lucha contra el cementerio nuclear de El Cabril mucho antes.

R. Así es. Mi primer mitin ecologista contra El Cabril fue antes de nacer mis hijos. Y mis hijos nacieron el 3 de junio del 79. Ese mismo día mataron a Gladys del Estal, que fue una mujer activista que la Guardia Civil mató en una manifestación antinuclear en el País Vasco. Ese año en la Feria de Córdoba había llovido mucho y la alargaron hasta primeros de junio. Yo recuerdo haber venido en el coche del mitin antinuclear con el barrigón para ir directamente a la caseta de Feria. Mis hijos nacieron cinco días después de aquel mitin que se celebró en Hornachuelos.

P. Pepe Larios y usted estuvieron en la manifestación ecologista.

R. Sí. Fue mucha gente. Muchísima. El cementerio nuclear era ilegal. Pusimos una demanda y la ganamos. Nos ayudó el abogado Rafael Sarazá. Pero en el tiempo que se prolongaron los trámites jurídicos legalizaron el cementerio nuclear. Y cuando acordamos ya estaba todo hecho. Nos dieron la razón un poco tarde y no sirvió de nada. Entonces el ecologismo no era como ha sido después. Pepe siempre decía que su lucha había sido muy dura y no la más bonita del ecologismo. Nosotros creamos Aedenat (Asociación Ecologista de Defensa de la Naturaleza) antes de que fuera Ecologistas en Acción. La creamos Pepe y yo junto con Ladislao Martínez desde Madrid.

P. Pepe Larios ya era el ecologista de referencia en Córdoba.

R. Sí. Pepe se la jugó mucho. Llegó a ser denunciado por Enresa.

P. ¿Por qué lo denunció?

R. Un año acampamos en la zona de Peñarroya. Y simbólicamente hicimos una excavación en el camino para impedir la entrada de los camiones en el cementerio nuclear. Entonces llegó la Guardia Civil y pidió los carnés de identidad. Había gente joven y Pepe ofreció el suyo. Después alguien echó azúcar en el motor de uno de los camiones. Pepe no fue. Lo puedo asegurar. Y el dumper se estropeó. Siempre acusaban a Pepe. Era el señalado.

Pepa Bonilla no ha sido una activista de primera línea. Pero ha estado en todas las batallas. Desde la JOC hasta el 15-M, pasando por todas y cada una de las iniciativas políticas y ciudadanas que se han ido armando en Córdoba desde la transición democrática. Ha sido, y sigue siendo, una luchadora infatigable, a pesar de los contratiempos. En los últimos años, antes de la muerte de Julio Anguita, se la veía puntualmente cada mañana jugando al dominó con el ya legendario dirigente comunista en una mesa bajo los soportales de la Plaza de la Corredera.

P. Usted ha sido jornalera, ecologista, feminista y activista vecinal. ¿En qué compromiso se reconoce más?

R. Yo creo que en todos. En la última experiencia con Ganemos yo fui bastante activa en esa batalla. En una reunión de Equo celebrada en Málaga, yo tenía en la mente que tal como estaban las cosas en la ciudad probablemente la izquierda no iba a ir muy allá. A mí se me ocurrió plantear que sería interesante construir candidaturas unitarias en base a los ciudadanos. Se lo planteé a Julio Anguita y él se prestó a ayudarnos. Él siempre me decía: “Pepa, yo de ecología entiendo menos. Pero en esas cosas podéis utilizarme de florero”. En una reunión que tuvimos en el Rey Heredia él fue quien planteó lo de las candidaturas unitarias. Y el resultado, como se vio después, fue muy bueno. ¿Qué error creo que cometimos desde mi punto de vista? Que los que estábamos de acuerdo en gobernar en el Ayuntamiento de Córdoba perdimos la votación por dos votos. Yo pensaba, y sigo pensando, que las leyes se cambian donde hay que cambiarlas. Esa era mi postura y también la de Pepe.

Mi primer mitin ecologista fue en el 79 contra el cementerio nuclear de El Cabril

P. Usted ha militado en multitud de proyectos: JOC, MCA, OIC, Los Verdes, Equo, Ecolo, Ganemos. ¿En qué batalla se ha dejado más magulladuras?

R. Pasarlo mal, de hasta tener el teléfono pinchado, fue en la clandestinidad. Está claro. En aquellos años nos atrevimos a hacer cosas cuando teníamos a dos niños pequeños. Y hay cosas que quizás no tenía que haberlas hecho. A veces pienso que le quité a mis hijos ratos de estar conmigo. No es que me arrepienta, pero la verdad es que teníamos tanta ilusión por querer cambiar las cosas.

P. ¿Y las cosas han cambiado?

R. Las cosas no han cambiado. Ha habido un tiempo en que se hizo conciencia. Nunca hemos sido tan grandes como creíamos. A la izquierda nos ha temido la derecha cuando éramos un poquito más coherentes y estábamos más organizados. Ojalá hubiéramos sido muchos más. También es verdad que mucha gente estamos ya muy mayores. Hemos cometido el error de no saber implicar a nuestros hijos. De darle quizás mucha comodidad. No sé dónde está el error realmente, pero puede ser que nos hayamos dormido en los laureles pensando que había una democracia hecha. Y la democracia no estaba tan hecha.

P. ¿El activismo es una forma de vida?

R. Yo soy un ser social. Y era una persona insegura, aunque no lo parezca. A mí me costaba muchísimo trabajo hablar. Tenía muchos miedos. Cuando iba a las primeras manifestaciones me temblaban las piernas y me daba fiebre. Yo creo que buscaba tener aceptación. Lo que me ha valido mucho es que tengo empatía con la gente. Eso me ha salvado de muchas situaciones. Ser activista es bastante más positivo, a veces, que el trabajo de los partidos. Y sigo defendiendo la necesidad de organización.

P. Sigue siendo la niña rebelde del cortijo de La Chica Carlota.

R. La rebeldía me sale a veces. Con la edad te vas haciendo más pausada. Más serena. Piensas más las cosas y no las dices desde las tripas. Porque yo soy muy de tripas. Pero cuando veo cosas injustas me sale la rebeldía de aquella niña pequeña. A veces he dicho: “Ya no tengo más ganas. Tiro la toalla”. Pero no lo consigo.

P. ¿Contra el poder se vive mejor?

R. Yo creo que es más cómodo no vivir contra el poder. Para mi conciencia, duermo más tranquila viviendo contra el poder que pasar la vida sin que me interese nada. Nunca he querido mucho dinero y ni siquiera he tenido reconocimiento. Como decía Pepe, vale la pena dormir con tu conciencia tranquila y estar bien contigo misma.

P. ¿El cementerio nuclear de El Cabril es una batalla perdida?

R. En este momento veo muy poca capacidad de movilización. El planteamiento ahora es que pueden venir aquí todas las centrales nucleares desmontadas. Hoy todavía no existe un cementerio nuclear de alta radiactividad en el mundo. Esperemos que no se construya aquí, aunque en algunos momentos se hicieron prospecciones. Lo intentaron hacer en otro sitio, pero el proyecto se quedó parado y ahora mismo no existe. Enresa y la prensa comprada se han encargado de que haya un desconocimiento general sobre el cementerio nuclear. Hay un montón de gente joven que no sabe qué es El Cabril.

El error de Ganemos fue no entrar en el Gobierno local

P. ¿Qué queda del ¿Nucleares? No, gracias?

R. Yo creo que queda muy poquito. Estuve en una reunión después de la muerte de Pepe y estábamos más organizaciones que personas. Había casi 20 colectivos. No quiero ser negativa, pero yo quiero hacer una llamada a trabajar de otra manera.

P. La energía nuclear hoy es considerada por la Unión Europea como una energía verde.

R. ¡Qué triste broma! Ellos dicen que la energía nuclear no contamina, pero ¿y los residuos que quedan para miles de años? ¿Eso no se cuenta? ¿Eso se puede llamar verde?

P. ¿Ecologismo o barbarie?

R. Yo siempre diría ecologismo. Tenemos que trabajar mucho y concienciar a la gente joven. Le he pedido a la gente del sindicato Ustea que cuando vaya a repartir el libro de Pepe por los colegios hablen de El Cabril en las escuelas. Con los niños y también con los maestros.

P. ¿De qué síntoma el cambio climático?

R. Por lo que he tratado de aprender de Pepe, el cambio climático está influyendo en el deshielo de los polos. Y es consecuencia de tanta contaminación y de tanto coche como hay. Tenemos que aprender a vivir de otra manera. Las alergias, por ejemplo, no las producen solo los árboles. Los tubos de escape de los coches potencian por cien la capacidad de los alérgenos. El cambio climático es imparable. Porque el problema ya no va a ser solamente el calor, sino también las inundaciones y los cambios radicales del clima. Hay ciudades que van a desaparecer.

P. ¿Córdoba está preparada para el calentamiento global?

R. No. Córdoba no está preparada para el calentamiento global. No tiene esa adecuación de árboles ni de suelo, que debería ser natural y de hierba. O, por ejemplo, los alcorques no están vivos. No dejan al árbol respirar.

P. ¿Por qué el ecologismo político no echa raíces en España?

R. Porque es una realidad que exige un cambio de vida y de mentalidad. Y no todo el mundo lo quiere oír. Hay gente que nos acusaba de que queríamos volver a las cavernas. Nadie quiere volver a las cavernas. Pero sí tenemos que plantearnos si necesitamos la cantidad de energía que derrochamos. Antes era barata. Ahora lo tenemos un poco más en cuenta porque no la podemos pagar. El ecologismo conlleva una renuncia a un estilo de vida más plácido, más cómodo. A veces yo le decía a Pepe: “Dulcifica el mensaje porque la gente no quiere renunciar a una serie de cosas”. El ecologismo exige una conciencia, una contribución, un compromiso personal y un compromiso del Estado.

En su última etapa, Anguita quiso aprender del feminismo

P. ¿Qué demanda vecinal es urgente en Córdoba?

R. Ahora mismo los vecinos están exigiendo muy conscientemente árboles y energía solar. Y es necesario volver a tener ese compañerismo que había. Necesitamos un impulso de gente joven. No sé cómo, pero hay que hacerlo.

P. ¿Dónde está hoy la juventud?

R. Hoy no logramos llegar a la juventud. No tengo ninguna receta, pero la izquierda tenemos que cambiar el discurso. Tenemos que lanzar mensajes más cortitos y sentirnos orgullosos de lo que somos. A veces lo ocultamos porque parece que hoy no está bien visto ser de izquierdas. Y una cosa importante: a mí no me gusta que en las redes alguien llame tontos a los que votan a la derecha. La izquierda tenemos que ser respetuosos y transmitir de una manera mucho más cercana. En un Primero de Mayo cuando hablan tres personas no sé cuántas horas es que ni yo las escucho. Tenemos que aprender a transmitir nuestros mensajes de otra manera.

P. ¿Qué es ser de izquierda hoy?

R. Para mí, ser de izquierda es tener empatía con la gente, estar con el oprimido, estar con la gente que lo necesita y compartir esa alegría de querer cambiar el mundo. Para mí, eso es ser de izquierda, aunque haya quien nos acuse de radicales. Porque ser radical significa ir a la raíz de los problemas. No levantar el puño.

P. ¿Qué perdimos con Julio Anguita?

R. Muchísimo. Y cuando todo el mundo lo admiraba a mí no me caía tan bien.

P. ¿Por qué?

R. Yo luego lo he descubierto de otra manera. Antes lo veía como un poco más lejano de la calle. Y alguna vez se lo he dicho: “No le eches la bronca a la gente.” Aunque él decía: “Hay que decir las verdades”. Y yo estaba de acuerdo con eso. El Julio de los últimos años, el que decía que “los míos son todos”, ese Julio era el coherente.

P. Usted conoció a Julio Anguita jugando al dominó.

R. Sí, pero en el dominó jamás se hablaba. Julio decía: “Al dominó se viene a jugar”.

A la izquierda nos ha temido la derecha cuando éramos más coherentes y organizados

P. ¿Y quién ganaba de los dos?

R. Unas veces jugaba con él y otras no. Democráticamente habíamos pactado que la ficha más alta jugaba con la más alta. Él jugaba bien. Era muy buen compañero. No era de los mejores jugando. Y prefería no tener broncas en el dominó. Si tenía que fastidiar su ficha para que ganara la compañera lo hacía.

P. ¿Qué Julio Anguita conoció usted?

R. Descubrí su parte tímida. Porque Julio era tímido. Muchísimo. Era una persona sensible. Le puedo contar una anécdota. Había un chico por la plaza que estaba enganchado. Y en la pandemia Julio me preguntaba cada vez que hablábamos por teléfono que dónde comía. “Si lo ves, invítalo que yo te paso luego el dinero”, me decía. No le gustaban las fotos. Su parapeto de prepotente era una defensa. Y conocí al Julio humilde, sencillo, que cuando iba al campo era el que fregaba los platos y el que intentaba aprender para dejar de ser machista, aunque lo fuera por su educación, por su edad o por su familia. Yayo Herrero se convirtió en su amiga y en su última etapa quería aprender del feminismo.

P. Menuda bronca hay a la izquierda del PSOE.

R. No sé qué está pasando. ¿Cómo se lo digo? Para mí, Maíllo es una persona respetable y me sorprende que con todo lo que ha pasado con su enfermedad hoy asuma el reto que está asumiendo. Me parece de las personas más sensatas dentro de Izquierda Unida y creo que es una persona honrada. Yo quiero confiar en que IU quiere la unidad de la izquierda. La necesitamos. A Podemos el sistema ha ido a cargárselo. Era nefasto para ellos y le vino bien un tiempo para contrarrestar al PSOE. Y pienso que la propia izquierda con sus egos no ha apoyado lo suficiente a Podemos. Y quizás no es la mejor manera para construir la unidad. Entiendo que Podemos ha aportado bastante y todavía tiene que aportar.

P. He leído en la web sobre usted lo siguiente: “Es una gran mujer, pero sobre todo una mujer libre”.

R. Muy libre.

P. ¿Qué aprendió de Pepe Larios?

R. Aprendí muchísimo. Sobre todo su ética. Su cabezonería por seguir siempre dando la batalla por más zancadillas que le hicieran. Esa filosofía de vida de querer ser honrado con sus planteamientos. Era una persona empática y dulce. Él estaba muy implicado en la batalla contra el cambio climático. No era por capricho. Era un estudioso y todo lo argumentaba.

P. ¿Y qué aprendió Pepe Larios de usted?

R. Yo era su tándem. Cuando él era más serio, yo era la que hablaba con las tripas y llegaba de otra manera a la gente. Aprendió de mí que una persona sencilla también aporta. Yo creo que él me tenía mucho respeto. Y nuestra relación ha durado muchísimo, aunque no hayamos sido una pareja perfecta, por la libertad y la autonomía que nos hemos permitido los dos.

Enresa y la prensa comprada se han encargado de que haya un desconocimiento general sobre El Cabril

P. ¿Qué legado deja Pepe Larios?

R. Un legado muy importante de aportaciones. Es una persona que se ha dejado la vida con la lucha antinuclear y con la defensa de las energías renovables. Ha sido presidente de asociaciones de vecinos. El primer año que estuvimos en una asociación de vecinos cambiamos el concurso de mises y organizamos teatro con el grupo Trápala. Una obra de Darío Fo. Le han hecho un reconocimiento en la Universidad de Córdoba con un premio de medio ambiente.

P. Un árbol junto al río lleva su nombre.

R. Me siento muy orgullosa. Se lo planteé al Ayuntamiento. Les dije: “Quiero plantar un árbol, aunque yo lo pague, y poner una placa a mi marido en la zona donde él paseaba”. Y se pusieron de acuerdo conmigo.

P. En su despedida había concejales de todo el arco político.

R. Yo quiero dar las gracias a todos por ello.

P. ¿Otro mundo es posible?

R. Yo todavía confío en que sí. No lo veré yo probablemente, pero espero que la juventud reaccione. Quiero transmitir esperanza. Quiero transmitir ilusión. La juventud tiene un reto por delante.

Los vecinos están exigiendo árboles y energía solar

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