Gente de Lunes
La coca ya no está de moda

La cocaína ha pasado de moda, pero, según parece el mercado aún no se ha enterado. Tiene que ser eso porque la alternativa es que haya gente esnifando muy encima de sus posibilidades nasales y neurológicas. Veamos los datos.
Según el Ministerio de Sanidad, apenas un dos por ciento de las personas entre 15 y 64 años ha consumido cocaína en el último año. Es más, en la tabla donde expone esos datos, se señala expresamente que: “dada la baja prevalencia del consumo de cocaína, la muestra no permite la desagregación de los consumos por comunidades autónomas y ciudades con estatuto de autonomía”. Semejante adenda viene al pie de una tabla donde se compara el consumo de cocaína con el de cannabis, que sí permite desagregar datos porque por lo visto, parafraseando a Carmen Chía, la Juani no es la única que fuma hierba.
Así que, según Sanidad, la demanda de cocaína está por los suelos, pero ¿y la oferta? Esos datos hay que buscarlos en otro Ministerio, el de Interior. Y ahí es donde se empieza a enredar el tema. Las operaciones policiales contra el narco no paran de aumentar, lo que da una idea de que la oferta está lejos de caer. Por tanto, según las leyes del capitaloceno que nos ha tocado vivir, con tan baja demanda y semejante oferta, el precio debía estar por los suelos. Pues tampoco. Así que lo dicho: o las leyes del mercado no funcionan o hay alguien esnifando por encima de sus posibilidades.
Para intentar entender el asunto hicimos lo que venimos haciendo en “Gentes de lunes”, salir a ver cómo está el patio. En este caso; los baños, que desde que se hicieron unisex el asunto resulta menos evidente, pero ni de lejos logra pasar desapercibido. Y nuestra hipótesis es difícilmente refutable. La gente madurita se droga sin reparo en los bares de copas a cualquier hora del día.
El siglo pasado, la escena era más obvia. Si en la cola del baño veías mezclarse y entrar en grupo a personas de diferente sexo (eran los noventa, no hablábamos nada de diversidades) sabías que la tapa del váter no iba a levantarse, sino a servir de apoyo. Ahora que los baños no están señalizados, la mezcla de géneros en la entrada y salida de los aseos de los bares no parece síntoma de nada ilegal. Lo dicho, el asunto parece menos evidente, pero sigue sin pasar desapercibido. Los gestos y miradas cómplices lo dicen todo. Ya no hace falta actualizar la jerga para saber cuándo alguien va al baño a peinarse, a hacerse una raya, a meterse un tiro o (lo más raro que he oído) a ver al delineante.
Aunque la cocaína no esté de moda, según Sanidad, y el target de la farlopa se reduzca a marchas forzadas, no nos resultó complicado darnos de narices con la escena que sigue. Un señor canoso, con pantalón de pinzas y camisa remangada, conversa con una mujer. A ella no le veo las canas, pero las arrugas la delatan. Su cara me resulta familiar, pero no caigo. Pego la oreja y me doy cuenta de que andan en una conversación tan habitual como inútil: ¿es Pedro Sánchez el culpable de todos los males de la Humanidad o solo una víctima de la ira reaccionaria? Él lo ve como verdugo; ella como víctima. ¡Menudo plan para una tarde de gin tonics! Intuyo la vehemencia de la mujer en sus gestos, pero también la complicidad de su conversación. Quiero decir que no parecen una pareja recién salida de Tinderland. Se conocen. Les veo caminar hacia el baño. Y justo cuando la pierdo de vista, caigo en la cuenta.
No la conozco, es solo que guarda un parecido importante con Andrea Aldana, la periodista colombiana refugiada en España tras ser amenazada de muerte por el narco y la corruptela política que lo rodea. Estuve escuchándola unos días antes en una conferencia hablando de guerrilleras que imponen su fuerza en la selva y negociaciones de paz. Fue el día que se me ocurrió dedicar un lunes a hablar de cocaína. Fue Aldana la que me dio la idea de quitarnos la careta hipócrita de sentirnos moralmente superiores al resto hablando de justicia social. “Mientras ustedes bailan en un after la gente muere en mi país por el control de las plantaciones y el comercio de la coca y lo va a seguir haciendo mientras sea una actividad ilegal y el cultivo no pueda ser explotado legalmente”, dijo, justo antes de empezar a tararear la canción de Ska-P: “legalegalización…”; “de calidad y barato”, le respondo mientras regreso a los noventa, cuando los baños no eran mixtos.
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