Un documental desde el corazón de una ruta migratoria: “Si viajamos así es porque no nos dejan hacerlo legalmente”

“Les Voyageurs no nació como película. Nació como memoria.” Así comienza el relato de David Bingong, director camerunés afincado en España desde hace una década, que ha dado forma a uno de los documentales más crudos y necesarios sobre la experiencia migratoria africana en primera persona. Este miércoles, la Filmoteca de Andalucía acoge en Córdoba el estreno andaluz de la obra, tras su paso por el Festival de Cine Africano de Tarifa y Tánger, donde fue una de las más comentadas por su potencia testimonial.
No hay guion. No hay actores. No hay reconstrucciones. “No hay ficción, ni un poquito”, sentencia Bingong en una charla con Cordópolis, en la que se excusa por no poder visitar la ciudad para el estreno -“Tengo unos exámenes y ya no puedo permitirme escaparme otra semana”, explica-. Sin trampa ni cartón. Como su película, editada a partir de imágenes reales, grabadas durante los años en los que él mismo fue uno más entre los miles de migrantes atrapados entre la esperanza y la frontera, entre el bosque marroquí y la valla de Melilla.
“Al principio, las imágenes eran sólo recuerdos para nosotros mismos. Nunca pensé en hacer una película”, reconoce Bingong. La historia fue evolucionando. Como también lo hizo su necesidad de contarla. El director lleva diez años en España y no se considera ejemplo de nada. Pero sí que cree que es necesario que las voces como la suya sean escuchadas: “Cuando se habla de migración, se suele hacer sin nosotros. Se nos reduce a cifras, a titulares, a conceptos como ‘avalanchas’, ‘mafias’, ‘invasión’. Quise romper con eso. Poner caras. Mostrar nuestras voces. Decir quiénes somos, de verdad”.
Nuestro idioma, nuestras monedas, nuestras fronteras, nuestras escuelas… Todo allí es europeo
Imágenes desde dentro
El documental no sólo está grabado sobre el terreno; está grabado desde dentro. No hay distancia entre cámara y protagonista, porque quien filma es también parte del trayecto. Bingong no aparece como narrador omnisciente, sino como parte del grupo: grabando, escuchando, siendo grabado por otros. “A veces la cámara la cogían mis compañeros. A veces se grababan a sí mismos. Al principio había miedo, sí, mucha desconfianza. Pero con el tiempo entendimos que las imágenes eran nuestras, que eran para nosotros. Y que podían ser una herramienta”, reflexiona.
Una herramienta para denunciar, para recordar, para expresar. “Nos prohibían tener teléfonos, cámaras, cualquier cosa. Pero yo tenía una cámara que me regaló un amigo, y no podía dejarla atrás. Así empezamos”.

Entre el dolor y la vida
Aunque el punto de partida es duro —la vida precaria en los asentamientos del bosque, la espera infinita, los intentos frustrados de cruzar la frontera—, la película no cae en el dramatismo gratuito. Muestra también la vida que resiste: la risa, el juego, los cantos, las amistades. “Es la vida misma”, dice Bingong. “Claro que hay sufrimiento. Pero también hay alegría. Construimos casitas de plástico. Las destruyen. Las volvemos a construir. Nos caemos, nos levantamos. Así es esto”,
Uno de los grandes méritos del documental es desmontar mitos extendidos entre la población europea, a menudo más dominada por su desconocimiento que por la mala fe -que también la hay- de ciertos sectores políticos y económicos. Bingong enumera algunas ideas que su película entierra: que todos los que migran huyen de la pobreza extrema, que son manipulados por mafias, que no saben lo que hacen, que vienen a robar o a vivir de las ayudas.
“Yo salí de Camerún con dinero. Muchos lo hacemos. Si viajamos de esta forma, es porque no podemos hacerlo legalmente, no porque no podamos pagar un billete de avión. ¿Crees que alguien querría dormir en un bosque dos años si pudiera comprar un vuelo a Madrid?”, se cuestiona, antes de apuntalar su reflexión con una sentencia clave: “Cualquier persona que llega aquí, empieza de cero. Tiene que ir a pedir comida, o estudiar, o trabajar de forma irregular, esperando que en cuatro, cinco, seis años, a lo mejor algún día le den un papel para poder buscarse la vida de forma ilegal. Ese no es el sueño europeo que tenemos los que viajamos”.
La contradicción, señala, está en que Europa permea todos los aspectos de la vida en muchos países africanos: “Nuestro idioma, nuestras monedas, nuestras fronteras, nuestras escuelas… Todo allí es europeo. Pero, curiosamente, lo único que no podemos hacer es venir a Europa nosotros mismos de manera legal”
A veces, incluso con buenas intenciones, la gente termina cayendo en el paternalismo: No termina de considerarnos como adultos
Una mirada sin filtros
Bingong subraya que Les Voyageurs no pretende ofrecer una única verdad, sino un punto de vista ausente en la conversación pública: el de quienes viven la migración desde el cuerpo y no desde los datos. “No niego que existan mafias. Pero generalizarlo todo como si todos fuéramos manipulados es mentir. Nosotros también actuamos por decisión propia, con inteligencia, con estrategia, con esfuerzo”.
Tras diez años en España, Bingong reconoce que su experiencia ha sido más positiva que la de muchos compañeros. Tiene trabajo, vivienda, papeles. Pero no olvida lo que cuesta llegar ahí. Y tampoco esconde por dónde tiene que empezar el cambio. “Tenéis que mirarnos de otra forma. Yo creo que eso no es una crítica tan dura. Creo que, a veces incluso con buenas intenciones, la gente termina cayendo en un paternalismo, no terminan de considerarnos como adultos, como personas que han venido con capacidades para poder trabajar y buscarse la vida”, asume con serenidad, consciente de que su película, de algún modo, ha conseguido precisamente eso: cambiar algunas miradas.

Cine como acto político
Bingong no se considera cineasta. Al menos no en el sentido académico. “Yo descubrí el cine haciendo esta película. Para mí ha sido una apuesta. No tenía claro que interesaría a nadie. Pero la acogida está siendo muy buena. Me emociona pensar que estas imágenes, que eran sólo recuerdos, ahora pueden servir para algo”.
¿Y qué espera lograr con Les Voyageurs? “Ponerle cara a los números. Si eso ayuda a alguien a entender un poco mejor, ya es mucho. Si genera una mirada más humana, ya vale la pena”.
Les Voyageurs, grabada cámara en mano con una tarjeta de 32 GB en la que entraron 10 horas de grabación, se proyecta este miércoles a las 20:00 en la Filmoteca de Andalucía en Córdoba, con la presencia de la productora del filme, Eli Llovera.
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